Números y Letras

Números y Letras,
por Anónimo.


La mayoría de mis primeros recuerdos consisten en imágenes dispersas sin mucha importancia. Pero a los 11 años recuerdo muy bien una aplicación de una computadora del colegio que se llamaba "Números y Letras". Al correr el programa enseguida se reproducía una animación en 3D que hablaba sobre la determinación de sus movimientos, su falta de creatividad y su ausencia de vida en general. El ícono de la aplicación estaba en el escritorio. La monotonía de su voz contrastaba con el realismo de la animación. Era una animación en 3D, hablaba sobre la determinación de sus movimientos, su falta de creatividad, y su ausencia de vida en general. De las 12 computadoras, sólo una tenía el ícono de "Números y Letras" Nunca entendí porqué estaba ahí, ni tampoco porqué siempre que podía corría la animación en 3D para verla hablar sobre la determinación de sus movimientos, su falta de creatividad y su ausencia de vida en general.

Renacer o morir

Renacer o morir,
por Bitru.


Maldito tedio, veneno silencioso que me mata lenta y dolorosamente impregnando todo aquello que toco, que sueño, que miro, que pienso. Has conseguido que me arrastre desorientado por la vida, que no sea capaz de sentir sin repugnancia, que me aleje de todo, incluso de mi.

Estoy exhausto, cansado de indagar en el abismo de mi alma. Ya no sé quién soy, quién debo ser, hacia dónde debo ir o por qué, lo he desaprendido todo, vaciado por completo. Ya nada me seduce, nada me llama la atención, nada tiene valor, pequeños instantes atenúan el hastío, pero son fugaces, se desvanecen en seguida por completo sumiéndome de nuevo en la desesperanza y confusión. No puedo escapar.

Maldita sea como he llegado a eso, por qué este sinsentido por todas partes? por qué esa ausencia absoluta de entusiasmo? estoy enfermo? No lo creo, aunque la etiqueta ya la llevo, la etiqueta de enfermo mental que te cuelgan cuando estás fuera de lo “normal”, cuando no te apetece participar en la farsa, pero rechazo la oferta de morir y no me queda otra que aprender de nuevo como se hace eso de vivir.

El hombre cansado


El hombre cansado,
por Tlatoani.

Había tanto ruido en la habitación que no se podía pensar con claridad. El hombre estaba sentado en su sillón reclinable, lo único que quería era descansar después de pasar todo el día en la oficina.
Hay una gotera en la cocina, la licuadora huele a quemado, súbele a la televisión que casi no escucho la novela, sólo llegas y te echas en tu sillón como costal, contéstame que te estoy hablando.

El hombre se levantó sin voltear a ver a su esposa y fue a la cocina, poco tardó en regresar al cuarto con paso lento y unas tijeras en la mano. Se cortó las orejas y las puso en su sillón.
Se fue a la cama, dejando un caminito de sangre. Cerró los ojos y se quedó dormido, pero sólo pudo soñar con los reclamos de su mujer.

Memorias del Viento


Memorias del Viento,
por wind.


Capítulo I: Agonía.

Era Diciembre, finales del mismo. Al despertar, el frío de la mañana me recibió con una habitual bofetada.
Durante esos bellos y efímeros cinco segundos en los cuales aún no recobramos la conciencia por completo, me sentí normal, aliviado, sin ninguna opresión en el pecho y sin esa tensión ominosa que suele apoderarse de mis sentidos.
El dolor no estaba presente. Recuerdo incluso haber sentido ese fugaz placer matutino que invade al percibir el gélido aire, merodeando furtivo e impotente tras las cálidas y amigables mantas bajo las cuales yo estaba resguardado.
Pero todo termina, y esos estupendos cinco segundos cesaron. Cedieron el paso al mismo malestar de siempre, a esa herida que arde y punza en lo más profundo del alma con cada movimiento, a esa yaga que no cierra, desangrando el ánimo y dejando al descubierto el corazón desgarrado y frágil que agoniza mientras es flagelado por el yugo de la existencia misma.
Por un instante desee haber muerto mientras dormía, mientras soñaba con aquella hermosa nínfula de infantiles curvas, de finos y fragantes cabellos, suculentos labios y mirada cálida. Aquella hada que me reconfortaba con el fervor de su carne y la tersura de su piel. Que me contemplaba con ojos llenos de amor y que inspiraba una paz indescriptible al pasar sus manos sobre el afligido pecho que anhelaba el descanso de la muerte.

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